1 de mayo de 2012

Los huevos y el conejo de Pascua

Muchos de mis alumnos me han preguntado estos días si los huevos y el conejito de Pascua tienen algo que ver con la Pascua Cristiana. Vamos a tratar de explicarlo pero en resumen podemos decir que es una de esas tradiciones que el cristianismo adoptó de costumbres y religiones anteriores a él.


La tradición de los huevos de Pascua procede de los antiguos egipcios. En ocasiones especiales regalaban huevos decorados y pintados por ellos mismos. Para los egipcios, significaba fertilidad y renacimiento. Esta tradición continuó durante mucho tiempo y se realizaba con la llegada de la primavera, el renacimiento de la naturaleza. Con la llegada del Cristianismo, el huevo se transformó en el renacimiento del hombre, al tiempo que la fiesta de la de primavera se convertía en la fiesta de Pascua cristiana. Del siglo IX a finales del siglo XVIII, la Iglesia Católica prohibió a los fieles comer huevos durante la Cuaresma pues los consideraba un alimento equivalente a la carne. Debido a ésto, la gente comenzó a conservarlos, empezaron a cocerlos y pintarlos para diferenciarlos de los frescos y consumirlos finalmente el día de Pascua. Así fue como se cree que esta costumbre fue introducida en el Europa. Más tarde llegaría a América a través de los misioneros y colonos. No será hasta finales del siglo XIX o principios del XX cuando se introducirá el huevo de chocolate con un pequeño regalo dentro para hacer partícipes de esta fiesta a los niños y así, comenzaran a aprender su importancia desde pequeños.
 
 
El conejo de Pascua tampoco es un invento moderno. Tiene su origen en las celebraciones anglosajonas pre-cristianas. El conejo, un animal muy fértil, era el símbolo terrenal de la diosa Eastre (Origen del vocablo inglés Easter = Pascua), a quien se le dedicaba el mes de abril. El conejo como símbolo Pascual, parece tener sus orígenes en Alemania en el siglo XVI y los primeros conejos comestibles de chocolate, en el siglo XIX.

Ambas historias se unen en Estados Unidos sobre el siglo XVIII.
Cuando el cuerpo de Jesús fue enterrado en el sepulcro, no estaba solo. Había un conejo escondido que, muy asustado, veía como la gente lloraba triste. El conejo no sabía por qué todas las personas lloraban por aquel hombre que acababa de morir y ser enterrado. Pasó todo un día y toda una noche. De pronto, el conejo vio algo sorprendente: Jesús se levantó y dobló las sábanas con las que lo habían envuelto. Un ángel quitó la piedra que tapaba la entrada y Jesús salió del sepulcro ¡VIVO! El conejo comprendió que era Jesús, el Hijo de Dios y decidió que tenía que avisar al mundo y a todas las personas que lloraban, que ya no tenían que estar tristes porque Jesús había resucitado. Como los conejos no pueden hablar, se le ocurrió que si les llevaba un huevo pintado, ellos entenderían el mensaje de vida y alegría por la resurrección y así lo hizo. 
Desde entonces, el conejo sale cada Domingo de Pascua a dejar huevos de colores en todas las casas para recordarle al mundo que Jesús resucitó y hay que vivir alegres.

En Estados Unidos esta fiesta es tan importante para los niños como Nochebuena o Reyes. Si se portan bien, el conejo dejará huevos de Pascua escondidos para ser encontrados la mañana del Domingo.

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